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                          s2t2 -El origen de la ley de Murphy

                          El origen de la ley de Murphy

                          Todos la hemos invocado en alguna ocasión. Al igual que las palabrotas y las imprecaciones, pensar que la ley de Murphy (y no nuestra incompetencia) ha sido la autora de nuestras desdichas, ayuda a desahogar la rabieta. ¿Que justo el día que llueve tu paraguas se rompe? La ley de Murphy. ¿Que el día que decides ir a la playa se pone a llover? Murphy debe de haber bailado la danza de la lluvia.

                          La ley de Murphy es sencilla y ciertamente pesimista: “Todo lo que pueda ir mal, irá mal“. La ley, sin duda, en la que se basan muchas series de la tele para mantener enganchado al espectador.

                          Pero ¿quién la formuló por primera vez?

                          Pocos saben que la ley de Murphy surgió en la aviación norteamericana, en 1949, en la época en la que el capitán Edward A. Murphy Jr. trabajaba como ingeniero de desarrollo en el laboratorio de la US Air Force en Wight Field.

                          Murphy había inventado un equipo provisto de 16 sensores destinado a medir y registrar la aceleración que podía soportar el cuerpo humano. Las pruebas se efectuaron en un cohete-trineo pilotado por el comandante John Paul Stapp, que ya estaba acostumbrado a este tipo de ensayos: había pilotado un equipo de similares características hasta los 960 kilómetros por hora.

                          La prueba de Murphy, como imagináis, fallo. Le echaron la culpa del fallo a Murphy, pero éste, tras revisar el mecanismo, descubrió que el error había sido de los instaladores, que habían montado mal una pieza clave.

                          En ese momento formuló una proto-ley de Murphy que decía: “Si hay algún modo de que un técnico haga las cosas mal, las hará mal“.

                          Pero George E. Nichols, gerente de proyectos de la fábrica de aviones Norhrop, oyó la frase, le gustó, y poco a poco fue divulgando y ensalzando esa máxima que con el tiempo fue derivando en la ley que hoy conocemos, que fue finalmente cristalizada por un famoso escritor de ciencia ficción.

                          Así pues, la frase con la que se suele citar esta ley (”Lo que pueda salir mal, irá mal“), nunca fue pronunciada por Edward Murphy. La que hoy se ha popularizado es es realidad una síntesis, una interpretación de las palabras de Murphy realizada por un autor de ciencia ficción: Larry Niven, que en una serie novelas acerca de mineros de asteroides que tenían una religión y cultura que incluía el miedo y la adoración del dios Finagle y su “profeta demente” Murphy, la incluyó. Así que la ley de Murphy es en realidad de ley de Finagle de los Negativos Dinámicos.

                          Para los que se pregunten si la ley de Murphy tiene alguna base científica: no, no la tiene. Las cosas no tienden a salir mal. Pero el cerebro sí que suele recordar con mayor facilidad los hechos negativos que los positivos (porque en realidad los negativos son menos, llaman más la atención y recordarlos es bueno para no volver a caer en los mismos errores).

                          Pero, igualmente, qué bien sienta echarle la culpa de todas nuestras desgracias al profeta demente Murphy.